Erich Wolfgang Korngold
Gustavo Coronel, Washington DC
Uno puede pasar la vida explotando minas musicales de diferentes compositores: Rachmaninov, Brahms, Rimsky Korsakov y sus cuatro colegas de la Kuchka. Algunas minas son casi inexhaustibles, como la de Tchaikovsky. Otras son más pequeñas pero de una rara y sublime belleza, como la de Elgar. Lo maravilloso es que uno puede cambiar de una a otra, según se lo dicte su modo del momento. Así decimos: Es tiempo para Elgar, o para Wagner o para Gershwin.
Uno de los adelantos que han hecho posible el fácil acceso a esta diversidad de minas musicales es YOUTUBE. Uno pone allí: Evencio Castellanos, Arthur Honegger o Gabriel Fauré y aparece la mina respectiva. Son yacimientos melódicos de gran riqueza, como las minas de esmeraldas, de diamantes y de turquesas. Y cada descubrimiento puede ser espectacular.

La mina de Korngold nos ha llevado a otras minas espectaculares de Hollywood: Víctor Young y su “’Shane”; Alfred Newman, Miklos Rozsa, Dmitri Tiomkin, Jerome Moross y su música para “The Big Country” ; “The Magnificent Seven” de Elmer Bernstein.
Sería necesario vivir eternamente para poder disfrutarlo todo. Yo no tengo apuro.
No digan que no se los dije