La entrada de Venezuela al Comité de Derechos Humanos de la ONU ha dado origen a otro de los espectáculos mediáticos de este gobierno. No podía ser de otra manera, proviniendo de quienes convierten en triunfo hasta las catástrofes naturales o las provocadas por su ineficiencia.
La verdad de este ingreso es mucho menos gloriosa y triunfal: para esa posición, Venezuela no competía con ningún otro país. Sencillamente, a Latinoamérica le corresponden tres puestos allí y había 3 países candidatos, negociados previamente en el ámbito regional. Cuba (¿?) salía del Comité al cumplir su período de tres años y Venezuela pidió ese espacio para ella, nadie más en la región presentó candidatura y entonces quedó Venezuela, junto a Brasil y la Argentina. Era casi automático, en la lógica diplomática, que el puesto le quedara a Venezuela: es el puesto que por correlación de fuerzas le corresponde al Alba, o sea al ñangaraje más radical. En realidad era imposible que, en esas condiciones y en la hipócrita lógica de la ONU, Venezuela hubiera quedado excluida.
Así que esa designación no es el reconocimiento de ninguna importancia de nada y mucho menos respeto alguno en materia de derechos humanos. Pero ellos lo celebran como si le hubiesen quitado el liderazgo mundial a USA, a la Unión Europea, a la OTAN, a China y al Japón, todos juntos. Allí pasarán tres años defendiendo las masacres de Siria, la tiranía de los ayatolas, la represión en Cuba, la carrera atómica en la hambrienta Norcorea. Y ciertamente, boicoteando cuanta denuncia provenga de nuestras organizaciones humanitarias.
A menos que Dios y los venezolanos dispongamos otra cosa.
* Director de Cine. Articulista en El Diario de Caracas.