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Germán Gil Rico Análisis Libre
La xenofobia es un fenómeno social que se manifiesta en miedo y hostilidad hacia lo extranjero; para mis preferencias una enfermedad eruptiva altamente contagiosa, cuyos brotes iniciales se detectan en los sectores más vulnerables de la sociedad, sin que los de mayor nivel económico y cultural sean inmunes, solo que están condicionados para… ¿el disimulo?
No creo disparatado sostener que los seres, no sé si la totalidad pero sí en un importante número, han sido atrapados por la virosis. Por ejemplo ¿quién no ha dado alojo o auxiliado a un familiar o amigo en mala situación económica, en auto-demostración de su solidaridad con el prójimo? Pero el beneficiado debe saber, y creemos que así es, que la ayuda solidaria tiene un límite, si bien no predeterminado en el momento de ofrecerla u otorgarla, un mínimo de consideración así lo sugiere. Porque cuando esa situación se prolonga en el tiempo, sin que se observe ningún progreso en la búsqueda de solución por parte del auxiliado, comienza la incomodidad. Se trata de la ocupación, por persona extraña, de un espacio que hemos acondicionado para nuestra comodidad y solaz, y aun cuando forme entre los familiares y amigos de nuestra mayor asonancia afectuosa, incomoda. En ese momento sale a relucir la humana defensa del territorio ¿la xenofobia? Se desata la hostilidad en contra del ya considerado intruso que ocupa una habitación con baño, consume alimentos, agua y luz. Le pedimos, a veces con menguada cortesía, que busque para donde irse, que desaloje el espacio. Es decir que el gesto de solidaridad terminó en fracaso, porque el líder enarboló la batuta y marcó el inicio de la obertura, pero olvidó el calderón y no echó ojo a la partitura.
Similar a cuanto podría ocurrir en cualquier hogar del terráqueo mundo, son los casos de las migraciones masivas de naciones acosadas por la miseria, que hoy proliferan en progresión geométrica y a las cuales les ha quedado un sólo camino: cortar amarras y emprender la aventura de ocupar territorios ajenos y desconocidos, como desconocidos son sus pobladores, su trato con los demás, los alimentos que consumen, sus sueños, en definitiva su ethos. Todo le es extraño y, de momento, incomprensible.
El castrocomunismo, enmascarado como Socialismo del Siglo XXI por el felón y fracasado golpista teniente coronel Hugo Chávez Fría, profundizado por el ignaro impostor Nicolás Maduro, incorporó a Venezuela en la nómina de los países exportadores de multitudes, seres humanos acosados por el hambre, la represión, la inseguridad, personal, laboral, jurídica, alimentaria, médicoasistencial y de los servicios de energía eléctrica, acueductos, comunicaciones y aseo urbano, más el criminal ensañamiento en contra del sistema educativo, cuyos aportes presupuestarios los mantienen a niveles de los años 90 del Siglo XX y muy por debajo de los otorgados a los órganos represivos (militar y policial), garantes del sistema político económico castrocomunista, inspirado en la teoría económica de Karl Marx y el ideario político-totalitario de la mefistofélica troica: Lenin, Trostky y Stalin.
Así, tenemos que nuestros connacionales están afrontando la tragedia inimaginable de quienes han sido empujados a migrar, a desprenderse de familia y bienes, tirados al abismo. Esta diáspora, diseñada por los castrocomunista, supera con creces la idea del familiar o el amigo socorrido en su tragedia. La magnitud de la “ocupación territorial” es tal que está desequilibrando países de Latinoamérica, proyectándose a USA, Europa y a otras latitudes.
Considerando la dimensión de la diáspora diseñada e estimulada por los ladrones y genocidas que usurpan el poder, es natural que se presenten brotes xenofóbicos. Aquí ocurrió en 1959 pero el Presidente Rómulo enfrentó la crisis. Se dirigió a la nación y a tiempo de reprochar la conducta xenofóbica, llamó a la cordura, a la humana comprensión, a la solidaridad.
Los líderes de las naciones “ocupadas” deberían emular al Presidente Betancourt y escuchar a Simón Bolívar, Libertador de medio continente quien, enarbolando la batuta de la solidaridad y mirando la partitura, marcó la pauta cuando sentenció: “No importa donde se nace, lo importante es donde se lucha, se echan raíces y construye patria”.