por José Emilio Castellanos *
Los Yanomami Constituye una de las naciones indígenas más interesantes del Continente por la riqueza de su cultura y la impermeabilidad conque se han mantenido frente al elemento criollo. Es un grupo independiente (raíz idiomática propia, hasta donde se conoce), internado en la selva, con todos sus patrones ancestrales, habitantes de las riberas del Orinoco en su parte alta, y del Padamo, Ocamo y otros ríos. Ellos se llaman a si mismos Yanomama (gente que se visita entre si), aunque ya a comienzos del siglo pasado (1800) Humboldt hacía referencia acerca de los waica, nombre con el que fueron llamados por error, y que ellos rechazan por considerarlo despectivo (gente que hace la guerra, los que matan). Aunque pacíficos en condiciones normales, han sido bravos guerreros y se cree que desplazaron de su territorio a los ye’cuana o makiritares, un fuerte grupo caribe que logró mantenerse intacto frente a la agresión de los conquistadores europeos y los de nuevo cuño. Entre ellos existen subgrupos con algunas diferencias idiomáticas y rasgos étnicos.
Su población ha sido calculada entre 7000 (E. E. Mosonyi) y 20000 (Layrisse/Wilbert)
Son cazadores, recolectores, con agricultura incipiente, seminómadas ya que abandonan cada cierto tiempo sus comunidades, pero se mantienen en contacto con los lugares donde tienen sus plantaciones de plátano, fruto que fue introducido desde la India por los españoles. Antes de mudarse a una nueva localidad limpian un terreno para plantar sus platanales, que cuidan hasta ver los primeros frutos. Luego, se desplazan a otro lugar, pero sin descuidar su plantación.
Sus conjuntos residenciales están constituidos por una gran vivienda en el interior de la selva, rodeada de frondosa vegetación, con un claro en el centro, en forma de plaza. El conjunto residencial es denominado por ellos teca, que quiere decir hueco abierto en la selva», y shabono, que es la plaza interna.
Algunos investigadores estiman que esta nación es una de las primeras que llegaron a América procedente de Asia, afirmación que se apoya en sus definidas características sanguineas (Factor Diego Negativo), que se encuentra en toda la población.
El shaman o brujo tiene un gran poder de decisión y mando político en su comunidad. Por lo general son polígamos, aunque no así el resto de la población, la que se apareja desde muy temprana edad, por acuerdos que por lo general se hacen desde la infancia. La mujer, en el momento del parto, se marcha hacia la selva, mientras el marido aguarda en el chinchorro. Luego, casi inmediatamente, ambos se reincorporan al trabajo o faenas diarias.
Utilizan el fuego por rotación entre dos palitos, generalmente de cacao silvestre, que frotan entre si, utilizando hojas secas para hacer el fogón. La carne la comen cocida, ya que son supersticiosos ante la sangre.
Viven por lo general en colinas altas, rehuyendo las riberas de los ríos y las zonas inundables. Sus poblaciones reúnen un promedio de 75 personas, pero oscilan entre 45, nunca menos, y 150
nunca más, que conviven delimitando sus áreas en torno al fogón, donde colocan sus chinchorros formando un triángulo. La cercanía con el fogón, que les sirve además para alejar la plaga y darse calor, les permite atizar el fuego sin necesidad de levantarse para ello, y tomar de igual manera el alimento.
Los chinchorros son elaborados con bejucos, de buen tejido, muy resistentes.
En su alimentación están siempre presentes los vegetales y frutas, basicamente pijiguao (1), y utilizan las ollas de barro para cocer sus alimentos. Son tejedores, lo que les permite elaborar grandes cestas donde colocan los comestibles. Utilizan el cascaj y las pieles de animales. Cazan con grandes arcos y flechas de dos metros de largo, que manejan con gran destreza, en movimientos de gran plasticidad y elegancia. Tallan las quijadas de los báquiros, que utilizan, junto con los dientes de picure, para la elaboración de sus armas y utensilios de cacería.
Entre ellos no existe el uso del cigarrillo, del licor, la escritura ni la numeración. Mascan tabaco con cenizas, y queman los cadáveres para que asciendan al cielo.
De la madera de la palma manaca hacen punzones para perforar las piedras y cortezas de árboles, que utilizan como envases. Entre ellos se encuentran antiguas hachas líticas, pero se considera, hasta ahora, que estas eran elaboradas por otro grupo vecino.
De mediana estatura y contextura delgada, son físicamente muy fuertes, sanos, ágiles, diestros, despiertos, intrépidos guerreros y trepadores, con gran habilidad en el correr, lo que les permite desplazarse con mayor rapidez que los criollos y otros indígenas. Son de piel clara, diferente a la de los caribe, y sus mujeres se caracterizan por ser hermosas y achinadas.
Por tradición mágica se amarran el pene hacia arriba y se cortan el pelo en forma semejante a los frailes religiosos, aunque se tiene establecido que esta costumbre es anterior a la llegada de los misioneros. Suelen pintarse el cuerpo con onoto, con dibujos relacionados con el pensamiento mágico, lo que es tradición durante sus fiestas y campañas de cacería. Las mujeres usan collares y por lo general se colocan una flor en uno de los lóbulos de las orejas. Los hombres se colocan plumas en los brazos y en las orejas.
Tras el matrimonio, el hombre no trata a la suegra, aunque la mujer si mantiene su relación con la madre. Amamantan al niño hasta los tres años y, mientras esto ocurre, no tienen otros hijos. La criatura es tratada con mucho cariño, y la madre suele colocarla sobre su vientre mientras duerme.
Entre ellos existe gran tradición por el canto y por la comunicación, y se dan rasgos de un incipiente periodismo o trasmisión de noticias, caracterizada por la comunicación oral de dos individuos del mismo grupo, procedentes de diferentes comunidades, quienes se encuentran en el camino. Cada uno de ellos va haciendo una narración mientras el otro le escucha; cuando uno habla, concluye la frase y el otro le dice: ajá, y repite la última palabra como señal de que le escuchó y entendió el mensaje. El otro prosigue su narración. Luego, el proceso se da a la inversa.
No poseen instrumentos musicales, no fuman, no ingieren licor salvo en sus fiestas, donde toman un menjurge con cenizas de un muerto y dominan muy reducidamente la numeración. En cambio, mascan tabaco elaborado con ceniza, que les sirve de complemento dietético
Por consideraciones mágicas incineran los cadáveres, que colocan en una parte alta para que esté más cerca del cielo en el momento que el espíritu sale del cuerpo, en el humo, en camino hacia un más allá donde les esperan mejores condiciones de vida.
Se han visto afectados por intrusos, entre ellos grupos criminales de buscadores de oro tanto del lado venezolano como del brasileño.
* Periodista (Premio Nacional), antropólogo, ex-diplomático en Washington DC, editor de analisislibre.org.